sábado, 8 de agosto de 2009

Ayer conocí a un anciano en el parque.
Se encontraba sentado en una banca cerca del lago, manteniendo una inerte mirada hacia él. Yo, lo observaba desde lejos.
Tenía una boina de color negra, algo estropeada, en su cabeza. La cual se acomodaba cada tanto, ya que era demasiado grande para él. Fumaba una pipa de madera que estaba adornada con aros verdes en su mango. Aunque de ella no salía humo, si no mariposas. Éstas gozaban de gracia y cada una de ellas tenía un color primario que al chocar con otra se desmoronaban dejando un humo de colores secundarios que desaparecía al poco tiempo.
En su rostro, sobre todo en su mejilla izquierda, abundaban una cantidad de lunares alineados con la forma que tenía el cielo nocturno el día de su nacimiento. Juro haber visto uno moverse, como si fuera una estrella fugaz.
Lo que más me llamaba la atención eran sus refulgente ojos, los más raros jamás vistos. Eran policromados, como si cada uno de los colores que los componían representara un sentimiento. Parecían prismas refractados al exponerlos a la luz. Contaban su propia historia, vivían en su propio mundo, donde el cielo era un enorme arco iris que mostraba lo más profundo que uno quería ver.
El individuo mantenía su mirada firme al lago, ni un mismísimo movimiento podría haberlo distraído.
De repente éste comenzó a llorar, al volverme a fijar en sus ojos pude notar que debajo del párpado inferior, de su ojo izquierdo, tenía una mancha de nacimiento parecido a un nubarrón. Las lágrimas resbalaban por ella creando la ilusión de la más majestuosa lluvia jamás disfrutada. Las pequeñas gotas caían por su nariz como niños deslizándose por un tobogán, pero al estrellarse contra el piso, si bien normalmente producen un sonido imposible de detectar por el oído humano, éstas sonaban como puros y raros cristales impactando contra el suelo produciendo una melodía canora para quien la escuchase.
Tuve el valor de acercarme un poco más a él, obviamente la indescifrable criatura notó mi presencia pero no se tomó el trabajo de observarme.
Era un día algo cálido en el parque, sin embargo el frío predominaba tranquilamente.
Cada ser humano posee su propio aroma, su propia esencia. Cada vez que el anciano exhalaba, una ventolera acribillaba contra mi cara, invitándome a degustar de una deliciosa y egoísta fragancia que al parecer yo sólo podía oler.
Mientras más mirara al longevo humano, más le tomaba cariño. Ya era parte de mí, como yo de él.
Me sentía como si su presencia me hubiera acompañado toda la vida, si bien era la primera vez que lo veía, podría contar fácilmente sus hazañas, anécdotas, experiencias, sentimientos, todo lo que éste había atravesado hasta el momento. Me creía dentro de él, como si le faltara el cerebro y dentro de su cabeza se encontrara un bebé en su estado de nirvana, protegido por un caparazón externo, viviendo a salvo en su mundo.
Su edad exacta era ochenta años, no tenía ninguna duda. Sus facciones perfectamente talladas en su semblante afirmaban mi argumento.
Repentinamente, el acometedor hombre se levantó, dirigiéndose bravamente hacia un lugar un poco abrupto del parque. Agarró del suelo una roca, se tomó su tiempo admirándola y puedo certificar oír la risa de un bebé, él veía un indescriptible mundo, al igual que un arma y un proyectil en ella. Optó por la última, el proyectil.
Me acerqué cautelosamente y me senté en la banca en la que anteriormente se encontraba, observando plenamente la parte posterior de su cuerpo.
El ser inclinó su brazo hacia atrás e imitando a una catapulta arrojó la piedra al lago.
Si bien no podía ver completamente el lago, ya que su cuerpo me impedía ver parte de él, logre divisar un agujero que no desaparecía. Se mantenía firme, como si fuera la conexión a otro mundo.
El hombre dio la vuelta y por primera vez desvió su mirada hacia mí. Se quitó la boina, la apoyó en el suelo y sonrío.
A medida que iba volviendo su cuerpo al lago, yo me levantaba lentamente de la banca y me acercaba a recoger la boina. Ya él, encontrándose en la orilla, se arrojó al agujero sin producir movimiento alguno en el agua pero sí produciendo un atrayente resplandor en ella.
Mi cuerpo inmovilizado tardó varios minutos en responder. Anonadado y extrañado apresuré el paso hasta llegar finalmente a la boina. La tomé y de ella cayó una nota, de color amarilla, que decía “Nos veremos a los ochenta”.
Desde ese día, mi vida continuó como una aceptable vida humana, aunque siempre estuve acompañado por ese personaje desconocido que sólo yo podía sentir. Si bien en ciertos casos le hablaba en mis sueños, éste siempre contestaba con la respuesta correcta, sin embargo, lo hacía sin expresar palabra o sonido alguno.
Era mi cumpleaños número ochenta, amanecí placidamente en mi casa. A la edad de los cuarenta y cinco me había comprado una casa cerca de un lago, no sé porqué lo hice, pero esa casa producía algo en mí, gozaba de su propia esencia. Nunca logré casarme, aunque no estaba en mis planes hacerlo, pero si tuve una vida placentera. Así que decidí pasar mi cumpleaños meciéndome en una silla, contemplando el lago.
Era un día algo cálido, aunque el frío predominaba tranquilamente, por lo que opté en fumar una pipa. El hecho de mecerme producía en mi cuerpo un estado de nirvana, éste era abrazado por un placer que sólo yo podía sentir.
Al instante siguiente, oí un sonido, era como el de una tuerca, de tamaño medio, golpeando contra un techo de madera. Entonces lo sentí, una piedra impactó contra mi cabeza haciéndome caer al lago y expulsar la pipa. Yacía inconciente, mi cuerpo no podía producir movimiento alguno, se encontraba inmóvil tratando de encontrar la manera más rápida de salvarme aunque en mi mente me encontraba en un mundo jamás visto. Era completamente nuevo y enormemente explorado por mí. Al instante, volví a estar conciente y con mis últimos esfuerzos logré abrir ojos, una mariposa policromada voló sobre mí en un cielo nocturno asemejándose a una estrella fugaz.
Segundos después, Me ahogué, dejando un agujero en el lago que jamás desapareció.

2 comentarios:

Blair dijo...

amazing
sos tan único.
te re quiero

La de Arena dijo...

No sabia de tu blog.
Sublime.

Te quiero mucho Bri.
Ya te pongo en mi lista.